sábado, 22 de mayo de 2010

Madre de Dios


Santa Madre de Dios

Por: Ernesto Juliá


María es la plenitud de la santidad; el fuego de Dios se enciende en Ella. Las entrañas de María engendran a Aquel que dijo: “Quien me ve a mí, ve al Padre” (Juan 12, 45), “El Padre y yo somos una sola cosa” (Juan, 10, 30).

En santidad, María deja “hacer” a Dios; en silencio, sin quejas, sin sobresaltos. Y Dios nace en Ella.

San Anselmo no se contuvo: “¡Oh mujer, llena, superllena de gracia; de cuya plenitud son regadas, y reverdecen, todas las criaturas. Oh Virgen bendita y superbendita, en cuya bendición toda la naturaleza queda bendecida; no sólo la creación por el Creador, también el Creador por la criatura!”. Las tonalidades del lenguaje humano tienen límites infranqueables.

¿Cómo una criatura puede llevar peso semejante: el peso del Creador?

¿Cómo amó Dios a la Virgen hasta hacer posible que María pudiera vivir en los límites del tiempo y del espacio, la plenitud de amor de Dios, la Maternidad de Dios?

La vida de Dios en María rompe todos los límites de la criatura.

“No puede verme el hombre y seguir viviendo” (Ex 33, 20). María rompió la voz de la Escritura; rompió los límites de las relaciones de las criaturas con el Creador. Madre; ve a Dios su Hijo con los ojos de la Fe, con los ojos maternales de la carne ya por adelantado redimida; con los ojos de Dios Padre, en la luz de Dios Espíritu Santo, porque ve a Dios con los ojos de Dios que lleva dentro de sí. Ve a Dios en su esplendor y en su ocultamiento; en su grandeza divina, en su miseria humana. Ve a Dios, y vive, porque es Madre y engendra a Dios.

Y en la luz recibida en ver a Dios, la Virginidad de la criatura hace posible la Maternidad divina. Todo es de Dios. El Hijo de Dios se engendra en el silencio de la Virginidad de Madre; y en Ella nace.

“La expresión Virgen-Madre es criterio de verdad de la misma realidad humana y divina de Cristo: verdadero hombre en cuanto nace de verdadera mujer; verdadero Dios en cuanto nacido sobrenaturalmente de una Virgen” (San León Magno).

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