Blog que trata de dejar encima de la mesa los temas del acontecer cotidiano de los ciudadanos y postear entradas de lecturas y/o imágenes que harán reflexionar a los lectores y/o entretenerlos.
miércoles, 12 de mayo de 2010
La Sagrada Biblia: mi pedacito de hoy. Con un breve comentario.
Lucas l,26-38
26 Al sexto mes (del embarazo de su prima Isabel) fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
27 a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
28 Y entrando, le dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo."
29 Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo.
30 El ángel le dijo: "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios;
31 vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.
32 El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre;
33 reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin."
34 María respondió al ángel: "¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?"
35 El ángel le respondió: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.
36 Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril,
37 = porque ninguna cosa es imposible para Dios." =
38 Dijo María: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." Y el ángel dejándola se fue.
COMENTARIO
Los que se vanaglorian de su tener, ya tienen el premio a su incredulidad y a su incapacidad de amar. El afán de poseer nos coloca en la desventaja de vivir bajo el dominio de lo caduco y, en definitiva, de la muerte. Nuestra vocación, sin embargo, es la vida; una vida en plenitud que adquirimos mediante la fuerza de la gracia de Dios, que se nos da a través de esa relación personal con Él, la oración, el vínculo sacramental de la Eucaristía, y la vuelta permanente a la ternura de su paternidad con el sacramento de la Reconciliación.
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