lunes, 17 de mayo de 2010

"Chipo-licía"


Llegamos al estado de caos y zozobra que muchos vaticinaban. Estamos rodeados por el Mal de Chagas y las soluciones, pero lo peor no es eso.

Lo peor es que las soluciones que te dan los expertos, a través de los medios, no son las más alentadoras:

1. “Si ves a un chipo, no lo mates. Agárralo gentilmente con una servilleta y bótalo de tu casa o bájalo por la poceta”. ¡¿Tratar con delicadeza a un bicho que te viene a matar?
2. “El chipo es atraído por la luz de los bombillos ahorradores”. O sea, no sólo hay apagones, sino que cuando hay luz, no la podemos usar para que no venga el chipo.
3. “Si cocinas o comes en la calle, ten cuidado que puede tener pupú de chipo” ¿Pupú de chipo? ¡Qué cagada!

Muchos investigadores científicos han tratado de dar con las causas de este brote de Chagas, pero las hipótesis no terminan de resultar convincentes o definitivas. Y es que las respuestas no están en el campo científico. Para nada. La respuesta definitiva, según descubrí, está en el campo político.

Fíjense. El otro día bajé al aeropuerto con el objeto de ver si me redondeaba una platica haciéndole una carrera a algún turista que llegara. Afortunadamente no tuve que esperar mucho porque de inmediato llegó un vuelo de American full desde el norte.

Luego de que pasara toda la oleada de pasajeros que huyen atemorizados de los taxis piratas para ir a montarse en las Explorer negras, quedó por ahí un rezagado al que no le quedó otra que agarrar la única unidad que quedaba disponible: mi camioneta Chevrolet C-10 del año ’66.

El tipo tenía aspecto de científico, y cual trotamundos hippie, vestía como Indiana Jones y traía dos bolsos tipo chorizo. Una vez en el taxi, me contó que era un biólogo que venía a estudiar la interesante fauna de la cordillera del Ávila o del “What are you rip I know”, que es como intentaba decir el nombre indígena del cerro.

Por tal motivo, necesitaría de una especie de guía que además contara con un rústico que lo manejara por los caminos inexplorados. Como yo contaba con esas condiciones, me le ofrecí y aceptó.

Al día siguiente lo busqué a la hora acordada y nos internamos en el corazón del Ávila. Una vez ahí, sacó todo un kit de minilaboratorio y lo colocó sobre el suelo lleno de hojas. Fue entonces cuando de repente se quitó el zapato, le abrió la suela y sacó una pequeña cajita. Cuando le pregunté qué era eso, de inmediato abrió la cajita y saltaron unos insectos a atacarme y hacerme pupú encima. Por lo que recordé de mis clases de biología de bachillerato, eran unos chipos.

Traté de quitármelos de encima y comencé a correr asustado. El gringo se dio cuenta de mi desesperación y de un golpe me neutralizó, me ató a un árbol y me lo confesó todo: era el agente Phillip Morris de la CIA que había llegado con la misión de reproducir chipos genéticamente preparados para esparcir el Mal de Chagas por todo el territorio enemigo de Venezuela.

Hoy, domingo 16 de mayo, les cuento esto desde la cárcel de Guantánamo, donde sólo me dan acceso a Internet una vez al mes. Si alguien llega a ver al tal Phillip Morris, denúncielo de inmediato o mándelo a secuestrar. Miren que es peligroso y está a punto de desatar la ola más grande de bioterrorismo golpista fascista saxofonista que se haya visto en el mundo. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta que camina! ¡El chipo y la golilla por América Latina!

Reuben Morales

ar / Reporte360

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