viernes, 16 de abril de 2010

La búsqueda de Dios. Sólo la sed nos alumbra.



CUALIDADES Y REQUISITOS

Se bebe según la sed y para encontrar la fuente sólo la sed nos alumbra (Luis Rosales).
El ser humano tiene sed de Dios y como busca la cierva las corrientes de agua, así él busca a Dios. Mas no siempre la persona persevera en la empresa, pues en los momentos de dificultad huye o abandona el proyecto
Es cierto que, muchas veces, deseamos orar; sin embargo, oramos mal: tratamos de manipular a Dios, somos amigos de las apariencias, los hechos no responden a las palabras, somos impacientes, no sabemos esperar a Dios. Debemos, pues, aprender a orar bien, a fundamentar nuestra vida en la verdad de Cristo, a no deformar el rostro de Dios y a ser coherentes con la vida.
Por medio de la oración entramos en comunión con Dios. Esta experiencia de Dios es oscura y árida, ya que solamente puede ser fruto de la fe, esperanza y amor. Se ora, no por gusto o capricho, o porque se tenga necesidad o no, sino sobre todo, porque se tiene fe.
Aunque la oración necesita de métodos personales y epocales, sin el Espíritu no hay crecimiento y perfección.. Él es el protagonista, y por la oración no sólo seguimos a Cristo, sino que a través de ella nos incorporamos a la misma oración de Cristo al Padre siempre vivo intercediendo por nosotros (Heb 7, 25).
La oración tiene sus reglas y condiciones, las mismas que el Maestro nos dejó: confianza, perseverancia, unidos a los hermanos en el amor y en el perdón. Dios es el Padre de todos, que hace llegar el pan cotidiano, que desea que cumplamos su voluntad de amor... Para comunicarnos con él, necesitamos hacerlo con sinceridad, con fidelidad, sabiendo que él se retrasa, pero llega. En todo tiempo y lugar hay que orar con fe, con perseverancia y con amor. Solo la sed nos alumbra

El cura del pueblo les había predicado sobre la otra vida. Al terminar, dijo a la feligresía:
Todos los que quieran ir al cielo, que den un paso hacia delante .
Una persona se quedó en su sitio, y el cura le preguntó:
No quieres ir al cielo cuando te mueras? .
Cuando me muera sí, pero no ahora , obtuvo como respuesta.
Cuando planté rosales coseché siempre rosas (Amado Nervo).
No se ora lo suficiente, dicen algunos, porque no hay sed, porque no se desea, en definitiva. Pablo VI lo confirma hablando de la falta actual de oración: ¿Por qué hoy la vida interior, es decir, la vida de oración, es menos intensa y menos fácil en los hombres de nuestros tiempos, en nosotros mismos? Pregunta que exigiría una respuesta extremadamente compleja y difícil, pero que podemos ahora sintetizar así: nos hemos educado en la vida exterior que ha alcanzado un desarrollo y fascinación maravillosas, pero no tanto en la vida interior, de la que conocemos poco sus leyes y satisfacciones...
¿Dónde está Dios? ¿Dónde está Cristo? ¿Dónde la vida religiosa de la que todavía y siempre sentimos oscura, pero insatisfecha curiosidad?
Vosotros sabéis cómo este estado de cosas constituye el drama espiritual, y podríamos decir humano y civil, de nuestro tiempo.
El doctor Alexis Carrel escribió: El ser humano tiene necesidad de Dios, como del agua y del oxígeno . Realmente tiene más necesidad aún, al menos en un orden ontológico. San Agustín, dirigiéndose a Dios, le dice: Quiere alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación. Tú mismo le provocas a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti .
Un hombre se perdió en el desierto. Estaba a punto de perecer de sed, cuando aparecieron algunas mujeres donde él. Él les pidió agua, pero ellas discutían entre sí en qué darle el agua, si en jarra de plata o de oro. Mientras discutían las mujeres, el hombre agonizaba por falta de agua.
En la vida nos ocurre con frecuencia lo mismo. Mientras hay muchas personas que mueren de hambre o de sed, hablamos de cosas que no tienen importancia.
La samaritana andaba sedienta de paz, de felicidad, de vida. Había buscado, pero no había encontrado. Había perdido sus raíces, no sabía de dónde venía ni a dónde iba. No se resignaba a seguir bebiendo del agua turbia. A esta mujer la espera Jesús y le dice: Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para la vida eterna. Le dice la mujer: Señor, dame de esa agua para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla ( Jn 4, 13-15).
Se bebe según la sed y para encontrar la fuente sólo la sed nos alumbra (Luis Rosales).
El ser humano tiene sed de eternidad. Está hecho para beber en las fuentes de agua viva, en Dios. No encontrará descanso ni podrá saciar su sed hasta que no se encuentre con el Creador.
El ser humano está orientado a Dios. De él viene y a él volverá. Sin él no podrá tener una vida plena. Mi alma está sedienta de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo vendré y veré la faz de Dios? Como anhela la cierva las corrientes de agua, así te anhela a ti mi alma, ¡oh Dios! (Sal 41, 3).
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, mi Dios (Sal 42, 1). Es un auténtico suspirar por su vida, su luz, por su agua viva, con que calmar la sed. El corazón del ser humano, enamorado de Dios, busca con nostalgia el encuentro con Dios. Busqué el amor del alma mía, lo busqué sin encontrarlo. Busqué el amor del alma mía, lo he encontrado y no lo dejaré jamás (Ct 3, 1).
Necesitamos buscar a Dios, dejarnos encontrar por él; pero necesitamos, también, encontrarnos con nosotros mismos, con nuestra tierra, con la vida. El ser humano necesita estar enraizado en un país, en una familia, en sí mismo. El dolor es grande cuando se pierde la identidad y la vida queda rota. El más profundo sufrimiento del ser humano es el que siente cuando pierde su país de origen, el reino sobrenatural de su ser esencial. Es la nostalgia del hombre exiliado, lejos de su verdadera patria. De su angustia nace la necesidad de una vía interior que caminando hacia delante le lleve de nuevo a su país(Durckeim).
La vida es uno de los mayores dones que ha recibido la persona. Dios quiere que vivamos plenamente, que seamos felices. Normalmente la vida da una de cal y otra de arena, camina entre el gozo y el dolor, entre tristezas y alegrías. La realidad de muchas personas es dura, llena de sufrimientos, angustia, miedos, violencia, muerte... No logramos que desaparezca el dolor y el sufrimiento de la tierra. Sí se puede dar sentido a todo lo que ocurre, para que del dolor y la muerte pueda brotar la paz y la vida, para que todo lo sucedido sea para bien. El que pierde su vida, la encuentra, nos dice Jesús (Lc 9,24). Yo he venido para que tengáis una vida abundantes(Jn 10, 10).
La búsqueda de Dios ha de permanecer en los momentos difíciles; cuando soplen vientos y huracanes adversos, hay que permanecer en fe y en calma, diciendo como Job: Dios me lo dio, Dios me lo quitó, ¡bendito sea el nombre del Señor! (Jb 1, 21). Aceptar, ir más allá de las cosas y encontrar siempre la paz y la serenidad. Si aceptamos con gusto un día donde brilla el sol, ¿por qué no aceptar de igual modo los días grises? ¿Si aceptamos los bienes, ¿no vamos a aceptar los males? (Job 2, 10b). Jesús nos invita a acudir a él. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón (Mt 11, 28).
Esta necesidad de Dios se revela, a veces, en la búsqueda insatisfecha y constante de la verdad, de la bondad, de la belleza, de la felicidad y la dicha. Quien busca la verdad, busca a Dios a sabiendas o sin saberlo (Edith Stein).
¿Y quién descubriendo esta sed de Dios no bebe? ¿Y quién no apaga la sed a orillas del manantial? (Ricardo León).
Podéis cubrir el tambor y podéis aflojar las cuerdas de la lira, pero ¿quién ordenará a la alondra del cielo que no cante?(Kahlil Gibran). El ser humano no puede vivir plenamente sin Dios.
Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad, dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta (San Ignacio de Loyola).
La oración nos dará puntos de encuentro y de vida. Si no respiramos, no vivimos. Si no oramos, no podremos encontrar la vida y su sentido.

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