sábado, 3 de abril de 2010

Cuando las palabras se dulcifican

Amando de Miguel
Libertad Digital


Al igual que los alimentos o la ropa, el lenguaje necesita una buena presentación. Se deben utilizar buenas palabras para hacer más agradable la comunicación, para evitar algunos conflictos. Unas veces será la sustitución de una palabra más dura por otra más algodonosa. Otras, en lugar de una sola voz, se dará un rodeo mediante circunloquios. A veces ese proceso se suele denominar «corrección política», pero ese término es ya un eufemismo, un neologismo que proviene del inglés. Se trata de dulcificar el idioma, un trabajo de repostería fina. El propósito puede ser tan burdo como la propaganda, es decir, vender ideas, candidatos, instituciones.

Veamos algunos ejemplos. Está claro que «aborto» suena desagradable, sobre todo cuando se trata de fomentarlo. Se puede vender mejor si se recurre a «interrupción voluntaria del embarazo». No digamos si se habla de «salud sexual y reproductiva», como dice la ley correspondiente. Por lo mismo, la «píldora abortiva» resulta un poco traumática, pero se dulcifica mucho si se llama «píldora del día después». No se sabe «después» de qué. Por lo menos se podría haber dicho «del día siguiente a la cópula».

Una mentalidad racional como la que hoy domina le horroriza el que los problemas sociales o personales sean insolubles, incluso de difícil solución. Pero para eso está el eufemismo de «complicado». Hasta se puede aceptar el de «muy complicado». Es decir, ya se puede resolver. Ante una economía en constante déficit (que nos empobrece), aterra que haya que gastar más dinero público en subvenciones o subsidios. Pero esas palabras vitandas se ven edulcoradas con el adjetivo de «sostenible». El sustantivo es todavía más empingorotado: «sostenibilidad». Los polisílabos dan más prestigio, porque se entienden todavía menos. La propaganda gusta de la retórica.

Naturalmente, para lograr la masiva sostenibilidad (el aumento de las subvenciones) hay que subir los impuestos. Para justificar ese latrocinio, la propaganda hace ver que esos impuestos de más sirven para mejorar el «gasto social». Realmente, los subsidios del gasto social los han pagado de sobra los interesados a lo largo de su vida.

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