miércoles, 28 de abril de 2010

Desde Hispania: No me gustan los toreros.


No me gustan en absoluto. No entiendo cómo muchos aficionados que son personas cultas, "viajadas", civilizadas, formadas, mentalmente sanas y emocionalmente estables pueden encontrar algún tipo de diversión viendo sufrir a un animal.

Bueno, no a "un animal" sino a "ese animal", porque estoy seguro de que muchas de esas mismas personas encuentran absolutamente detestable que se maltrate a otros animales. Aunque desde mi (afortunadamente ignorante) punto de vista, no existe la menor diferencia entre clavarle dos banderillas a un toro y apalear a un perro, tirar una cabra desde un campanario o acosar a un zorro en una cacería. Bueno, pensándolo bien, quizá la única diferencia es que al toro lo maltratan señores disfrazados, que cobran un dineral por enseñar al mundo su "arte" y viven como super estrellas mediáticas, mientras que a los perros los apalean personas oscuras y tristes.

Y hay otra diferencia: la cantidad de gente que vive de "la fiesta", como ellos la llaman (como si ésta fuera la fiesta por antonomasia, la única, la verdadera, la que nadie debería perderse). Cuánta gente entre ganaderos, veterinarios, gestores de plazas de toros, banderilleros, apoderados, toreros, padres y hermanos de toreros, esposas y ex-esposas de toreros, hijos legítimos e ilegítimos de toreros, tigres en zoos privados de toreros... y seguro que no consigo ver ni la punta del iceberg. Ésta es, en mi opinión, la auténtica razón de la supervivencia de esta "cosa", en una sociedad civilizada como lo es ahora la nuestra.

Y que conste que no soy partidario de prohibir las corridas de toros, porque, en general, no soy muy partidario de prohibir casi nada, dentro de unos límites razonables, claro (aunque, curiosamente, sí que está prohibido el maltrato al resto de animales). Pero sí creo que debería cortarse cualquier tipo de relación entre el Estado y este tipo de celebraciones; desconozco hasta qué punto puedan concederse ayudas o subvenciones, pero, si las hay, córtense. También habría que cortar cualquier asistencia de personalidades públicas a estos eventos, al menos haciendo uso de su cargo (no me gustaría volver a ver a nadie representativo del Estado o cualquiera de sus administraciones, en un palco de una plaza de toros). Esto es el mínimo exigible, claro, porque lo deseable sería que desde las administraciones públicas se pusieran medios para "desincentivar" la asistencia de público (impuestos especiales, limitación de edad real, etc.).

En resumen y por lo que a mi respecta, allá cada cual con su conciencia y su estómago pero: NO con mi dinero, NO con mi beneplácito. Búsquense otro trabajo.

Publicado por observador subjetivo http://observadorsubjetivo.blogspot.com/

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