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sábado, 20 de febrero de 2010
Comentario al evangelio del Domingo I de Cuaresma
Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo
En el pórtico de la Cuaresma recién comenzada encontramos a Jesús tentado por el diablo. La Biblia tiene varios nombres para este personaje, pero en todos subyace el mismo cometido de su misión: el que separa, el que arranca; diablo, dia-bolus: el que divide. El demonio -en medio de mundo que lo ignora y lo frivoliza- está más presente que nunca en los miedos, en los dramas, en las mentiras y en los vacíos del hombre postmoderno, aparentemente desenfadado, juguetón y divertido.
Con Jesús, como con todos, el diablo tratará de hacerle una única tentación, aunque con diversos matices: romper la comunión con el Padre Dios. Para este fin, todos los medios serán aptos, desde citar la misma Biblia hasta disfrazarse de ángel de luz. Las tres tentaciones de Jesús son un ejemplo actualísimo: desde tu hambre, convierte las piedras en pan; desde tus aspiraciones, hazte dueño de todo; desde tu condición de hijo de Dios, pon a prueba su protección. Dicho de otro modo: el dia-bolus tratará de conducir a Jesús por un camino en el que Dios o es banal y superfluo, o es inútil y pernicioso.
Prescindir de Dios porque yo reduzco mis necesidades a un pan que yo mismo puedo fabricarme, cual si fuera mi propia hada mágica (1ª tentación). Prescindir de Dios modificando su plan sobre mí, incluyendo aspiraciones de dominio que no tienen que ver con la misión que Él me confió (2ª tentación). Prescindir de Dios banalizando su providencia, haciéndola capricho o divertimento (3ª tentación). Esto resulta actual si vamos traduciendo con nombres y color, cuáles son las tentaciones ¡reales! que a cada uno y a todos juntos, nos separan de Dios, y por tanto de los demás. La tentación del dios-tener (en todas sus manifestaciones de preocupación por el dinero, por la acumulación, por las "devociones" de lotos y azares, por el consumo crudo y duro). La tentación del dios-poder (con toda la gama de pretensiones trepadoras, que confunden el servicio a los demás con el servirse de los demás, para los propios intereses y controles). La tentación del dios-placer (con tantas, tan desdichadas y sobre todo tan deshumanizadoras formas de practicar el hedonismo, tratando de censurar inútilmente nuestra limitación y finitud).
¿Quién duda de que hay mil diablos, que nos encantan y seducen desde el chantaje de sus condiciones, y poniéndonoslo fácil y atractivo, nos separan de Dios de los demás y de nosotros mismos? Jesús venció al diablo. La cuaresma es un tiempo para volvernos al Señor volviendo a unir todo cuanto el tentador ha separado.
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