miércoles, 2 de febrero de 2011

La Candelaria: La Presentación del Señor



Esta fiesta, que también se le llama "La Candelaria", es de origen oriental. La celebración era -hasta el siglo VI a los cuarenta días de la Epifanía- el 15 de febrero; después pasó a celebrarse el día 2, por ser a los cuarenta días de la Navidad, el 25 de diciembre.

A mediados del siglo V se celebra con luces y toma el nombre y color de "la Fiesta de las Luces".

Hasta el Concilio Vaticano II se celebraba como fiesta principalmente mariana, pero desde entonces ha pasado a ser en primer lugar Cristológica, ya que el principal misterio que se conmemora es la Presentación de Jesús en el Templo y su manifestación o encuentro con Simeón. El centro, pues, de esta fiesta no sería María, sino Jesús. María entra a formar parte de la fiesta en cuanto lleva en sus brazos a Jesús y está asociada a esta manifestación de Jesús a Simeón y a la anciana Ana.

Hasta el siglo VII no se introdujo esta fiesta en la Liturgia de Occidente. Al final de este siglo ya estaba extendida en toda Roma y en casi todo Occidente. En un principio, al igual que en Oriente, se celebraba la Presentación de Jesús más que la Purificación de María.

No se sabe con certeza cuándo empezó a celebrarse la Procesión en este día. Parece ser que en el siglo X ya se celebraba con solemnidad y empezó a llamarse a la fiesta "Purificación de la Virgen María". Durante mucho tiempo se dio gran importancia a los cirios encendidos y después de usados en la procesión eran llevados a las casas y así se encendían en alguna necesidad.

La ley de Moisés mandaba que toda mujer que diera a luz un varón, en el plazo de cuarenta días, acudiera al Templo para purificarse de la mancha legal y allí ofrecer su primogénito a Yahvé. Era lógico que los únicos exentos de esta ley eran Jesús y María: El por ser superior a esa ley, y Ella por haber concebido milagrosamente por obra del E. Santo. A pesar de ello, María oculta este prodigio y... acude humildemente como cualquier otra mujer a purificarse de la que no estaba manchada.

Una vez cumplido el rito de ofrecer los cinco ciclos legales después de la ceremonia de purificación, la Sgda. Familia estaba dispuesta para salir del Templo, cuando se realizó el prodigio del encuentro con Simeón, primero, y con la anciana Ana, después.

Contraste de la vida: el mismo Infante está llamado para ser Luz y gloria y a la vez, escándalo y roca dura contra la que muchos se estrellarán.

"Corramos todos, -dice un santo Obispo- al encuentro de Jesús los que con fe celebramos y veneramos este misterio. Vayamos todos con el alma bien dispuesta. Nadie deje de participar en este encuentro, nadie deje de llevar su luz. Dejemos que esta luz nos penetre y nos transforme".

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