jueves, 9 de septiembre de 2010

Árbol de luz


Consuelo Hernández


A esta hora en que todos duermen
en que nada se oye
rebozante de ti danza la noche.

El deseo deslíe las entrañas
desandando del otoño
promesas que bostezan.

La piel juega a la noche
hospedando astros rojos
de destronados ecos
y no logra olvidarte.

Cómo hiere las manos
palpar en las mortajas...
Cómo duele allá adentro
abstenerse del aire que segundo a segundo
la sangre solicita...

Sigue tus pasos ...vestida de ti
alojada en tu cuerpo
tu imagen así se ata
como abeja al panal o araña a su telar...

En el río Amazonas te invita a nadar
y te enseña el secreto
del dominio del agua:
déjate llevar por su corriente
cara al cielo.
Aliméntate de vida boca arriba
bebe la semilla del viento
y olvida tus umbrales.

Con la fuerza del trueno
desaloja tus miedos
y entrégate a las aguas
que palmo a palmo lamen
tus carnes maceradas.

Flota en sus recodos y reposa
mientras velan tu sueño
como a un dios olvidado.

Como fugaz estrella
con el río se van lejos...
ella intenta despedirse
y tú invocas el miedo
de perderte en el mar
y gritas que no sabes nadar...
ella te salva a leguas de distancia
del punto original.

Contigo en tierra
por la orilla del río
el sendero es fácil
y corto el recorrido.

Mas llega el día,
noche más noche
que todas las noches juntas...
no estás... no hay río...
sólo queda tu voz dulce
al pronunciar su nombre
y persigue las sombras
maldiciendo la mano
que acaricia tu frente
y esa cómoda tumba
donde día a día mueres
ese profundo abismo
donde tú la sepultas...

Abre sus manos
y salta amor intacto
las fuerzas contenidas
en su casa cerrada
bullen sin encontrar salida.

Su corazón estalla
relumbroso de fuego
¡tantos deseos rojos
que sólo es llama viva!

Y se quema en sus ansias
su ser es una estrella
de puntas infinitas
y fosforecen todas
las costuras del alma.
Se estremece su piel
se iluminan sus nervios
y su cuerpo relumbra
como un árbol de luz.

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