Peter Backus no tiene novia. Si ustedes le preguntan por qué, no se conformará con decirles que las mujeres no comprenden su belleza interior, o que no ha dado aún con la persona adecuada. El soltero Backus, pobre en amores, es, sin embargo, rico en explicaciones. Irá a la pizarra, comenzará a escribir números, y les convencerá de que la probabilidad de que encuentre a su media naranja es, exactamente, de 1 entre 285.000 . Lean su argumentario, y desanímense aquellos lectores que todavía andan en busca de pareja.
Parece listo el tal Backus, ¿verdad? Y, sin embargo, entre tantas cifras, este inglés solitario ha olvidado lo esencial. No sólo él; son cientos de miles de jóvenes quienes, en nuestros días, han olvidado lo más importante acerca del matrimonio: el trabajo que conlleva.
Me explico: tanto Peter Backus como un sinfín de parejas parece querer llegar al matrimonio con todos los deberes hechos y todas las seguridades obtenidas: trabajo para ambas partes, hipoteca obtenida y piso comprado, sexo y caracteres probados en años de convivencia previa, y una perfecta planificación acerca del número de hijos que se tendrán y cuándo. Normalmente, todas esas seguridades se vienen abajo en los primeros años posteriores a la boda: una discusión, un problema laboral, un embarazo no deseado, la no llegada del embarazo que se deseaba, o, simplemente, el aburrimiento... Es entonces cuando aparece Backus y les dice: “¿lo veis? Nunca debisteis casaros. No erais compatibles”. Y, sin embargo, lo único que está claro es que muchos jóvenes han olvidado la aventura del matrimonio.
La aventura del matrimonio consiste en empezar con lo mínimo: dos personas que tienen las mismas metas en la vida, se atraen, y se aman. Ese “mínimo”, junto con un noviazgo que no tiene por qué prolongarse eternamente, sí que es imprescindible. Pero, a partir de ahí, el matrimonio es la aventura de fundar juntos un hogar, y eso conlleva, más que ser compatibles desde el comienzo, emprender la tarea de hacerse compatibles: moldear el carácter, estudiar a la otra persona para averiguar el modo de hacerla feliz, renunciar a todo aquello que entorpecería la relación, fomentar lo que la enriquece... Conlleva también dejarse sorprender por la vida que brota espontáneamente del amor, y recibir esa vida como un regalo y un reto. Y, en cuanto a los bienes materiales, no se trata de tenerlo todo desde el principio, sino de conseguirlo juntos, aunque sea a costa de pasar juntos por las mismas dificultades. He ahí la verdadera aventura del matrimonio.
Por tanto, Mr. Backus, no se desanime. Si sólo existe una mujer entre 285.000 que se adapte perfectamente a usted, no tome el dato como una derrota, sino como un desafío: elija una de esas 285.000, y pónganse ambos a trabajar para que, al final, las cuentas cuadren. Deje en paz la pizarra, y empiece a vivir, que la vida es breve, y no es cuestión de pasarla haciendo números.
No hay comentarios:
Publicar un comentario